Santa Rita de Casia

Margherita (en español Margarita) nació en la aldea de Roccaporena, 5 km al oeste del pueblo de Cascia (provincia de Perugia, región de Umbría), donde murió el mismo día que cumplía años, a la edad de 76 años.
Nació de padres mayores. Rita quería ser monja, pero cuando tenía 14 años de edad[2]sus padres decidieron casarla con un hombre de pueblo, llamado Pablo Mancini. Al lado de su esposo tuvo una vida llena de sufrimientos, pero ella se consolaba en la oración y le devolvió su crueldad con bondad, logrando así con el paso de los años la conversión a Cristo. Tuvieron dos hijos mellizos, Jacobo y Paolo. Un día Mancini —que trabajaba como sereno de la aldea y que tenía muchos enemigos por sus fechorías pasadas– fue emboscado y asesinado.
Una vez viuda, Rita pidió la admisión al monasterio de las agustinas de Santa María Magdalena, en Cascia (establecido en 1256), pero no fue aceptada debido a que sólo se permitían vírgenes.
Con un amor heroico por las almas de sus hijos, le había orado para que ambos adolescentes murieran, porque temía que estuvieran planeando vengar el asesinato de su padre (la ley de la vendetta) y habrían cometido así el pecado de la venganza, lo que hubiera condenado sus almas eternamente. Ambos se enfermaron y murieron, también pidiendo perdón a su madre por todos los dolores que le habían causado. En 1417 murieron sus dos hijos púberes al mismo tiempo, de muerte natural. Rita los había preparado plenamente para encontrarse con Cristo.
Ya sin obligaciones familiares, Rita fue aceptada en el convento, recibió los hábitos de monja, y más tarde realizó su profesión de fe. Tenía 36 años. En el convento, Rita se entregó a una vida de oración y penitencia.
Según la tradición en 1428, una madrugada Rita recibió de manos de Cristo una larga astilla de madera clavada en el hueso de la frente. Se trataba de un estigma divino: la marca de la corona de espinas que Jesucristo había exhibido en la cruz. Le extrajeron la astilla y la guardaron como reliquia sagrada. Cada madrugada el estigma se le volvía a abrir por sí mismo, hasta que empezó a expeler un fuerte olor a rosas, que se mantuvo milagrosamente el resto de su vida.
En 1453 Rita cayó en cama gravemente enferma. Desde ese momento, estando siempre atendida por novicias, la herida de su frente gradualmente se cerró, pero Rita pasó los últimos cuatro años de su vida con infecciones en la sangre.