Santa Clara

Santa Clara de Asís (en italiano: Chiara d'Assisi, nacida Chiara Scifi; Asís, 16 de julio de 1194-Asís, 11 de agosto de 1253) fue una religiosa y santa italiana. Seguidora fiel de san Francisco de Asís, con quien fundó la segunda orden franciscana o de hermanas clarisas, Clara se preciaba de llamarse «humilde planta del bienaventurado padre Francisco».[1]​ Después de abandonar su antigua vida de noble, se estableció en el monasterio de San Damián el resto de sus días.

Es la única mujer que redactó una regla de vida religiosa para mujeres. En su contenido y en su estructura se aleja de las tradicionales reglas monásticas. Sus restos mortales descansan en la cripta de la basílica de Santa Clara en Asís. Fue canonizada tan solo dos años después de su fallecimiento, por el papa Alejandro IV.

Infancia y familia

Fue la hija mayor del matrimonio de Favorino di Offreduccio degli Scifi y Ortolana, la cual era descendiente de los Fiumi, una ilustre familia de Sterpeto. Ambas familias pertenecían a la más augusta aristocracia de Asís.[2]​ Clara tenía cuatro hermanos, un varón, Boson, y tres mujeres, Renenda, Inés y Beatriz.

Su padre tenía el título de conde de Sasso-Rosso y su madre era una mujer de mucha virtud y piedad cristiana, y era devota de hacer largas peregrinaciones a Bari, Santiago de Compostela y Tierra Santa. Dice la tradición que antes de nacer Clara, el Señor le reveló en oración que la alumbraría de una brillante luz que habría de iluminar al mundo entero, y fue por eso por lo que la niña recibió en el bautismo el nombre de Clara, el cual encierra dos significados, «resplandeciente» y «célebre».

De niña creció en el palacio fortificado de la familia, cerca de la Puerta Vieja, y no tuvo amigos. Se dice que desde su más corta edad sobresalió en virtud pero se mortificaba duramente usando ásperos cilicios de cerdas y rezaba todos los días tantas oraciones que tenía que valerse de piedrecillas para contarlas.


Por esa fecha había vuelto de Roma, con autoridad pontificia para predicar, el joven Francisco di Pietro di Bernardone, cuya conversión tan hondamente había conmovido a la ciudad entera. Hacia 1211 Clara le oyó predicar en la iglesia de San Rufino y comprendió que el modo de vida observado por el santo era el que a ella le señalaba el Señor.

Entre los seguidores de Francisco había dos, Rufino y Silvestre, que eran parientes cercanos de Clara y le facilitaron el camino a sus deseos. Así un día acompañada de una de sus parientes, a quien la tradición atribuye el nombre de Bona di Guelfuccio, fue a ver a Francisco. Este había oído hablar de ella, por medio de Rufino y Silvestre, y desde que la vio tomó una decisión: «quitar del mundo malvado tan precioso botín para enriquecer con él a su divino Maestro».[3]​ Desde entonces Francisco fue el guía espiritual de Clara.

La noche después del Domingo de Ramos de 1212, Clara huyó de su casa y se encaminó a la Porciúncula; allí la aguardaban los frailes menores con antorchas encendidas. Habiendo entrado en la capilla, se arrodilló ante la imagen del Cristo de san Damián y ratificó su renuncia al mundo «por amor hacia el santísimo y amadísimo Niño envuelto en pañales y recostado sobre el pesebre».[4]​ Cambió sus deslumbrantes vestiduras por un sayal tosco, semejante al de los frailes; trocó el cinturón adornado con joyas por un nudoso cordón, y cuando Francisco cortó su rubio cabello entró a formar parte de la Orden de los Hermanos Menores.

Clara prometió obedecer a san Francisco en todo. Luego, fue trasladada al convento de las benedictinas de San Pablo.

Cuando sus familiares descubrieron su huida y paradero fueron a buscarla al convento. Tras la negativa rotunda de Clara a regresar a su casa, se trasladó a la iglesia de San Ángel de Panzo, donde residían unas mujeres piadosas, que llevaban vida de penitentes.

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